La higiene en Ablitas a finales del siglo XIX.
Este agosto aburrido de cierzo
y poco calor me he encontrado en el archivo una carta de un vecino de Ablitas
que envía al periódico Diario de Avisos de Tudela el 10 de julio de 1893. El
ablitero, que es el corresponsal está preocupado por la higiene del pueblo, y
hace una crítica demoledora de la situación sanitaria de la Ablitas de nuestro
bisabuelo que me parece interesante transcribir para romper el tedio de este
mes de agosto. Además, responde a las preocupaciones higienistas que a finales
del siglo XIX recorren Europa. Nuestro vecino, conoce este movimiento europeo y
de ahí su crítica. Sobre la actitud de las autoridades municipales, nada nuevo
bajo el sol.
“Carta de Ablitas. Sr. Dr. Del
Diario de Avisos.
El peligro, hoy remoto, con que amenaza alterar nuestro
estado sanitario la existencia del cólera morbo asiático en algunas naciones y
la de epidemias coleriformes en otras, exige que el Gobierno no desdeñe ni olvide
ninguno de los medios que la ciencia enseña y la experiencia acredita como
eficaces para evitar el contagio o para neutralizar y extinguir el mal si por
desgracia llega a penetrar en nuestro sueño…
Así dice el primer párrafo del preámbulo
a la Real orden de 29 de agosto de 1892, renovada y ratificada por la de 8 de
junio último pasado; al recordar en esta fecha el Sr. Gobernador Civil de la
provincia, la citada R. O a los alcaldes y juntas de sanidad, les excita a que desplieguen
todo su celo y energía, para hacer observar las regias de la higiene en todo su
rigor.
Pues bien: en esta localidad, que
además de poseer dignísimas autoridades y junta de sanidad, tiene la alta honra
de contar entre sus habitantes, aunque
no entre sus hijos, una persona que siquiera no sea más que por el cargo
que desempeña, debe ser competentísima en el asunto, el Sr. Subdelegado de
medicina del distrito, es donde menos se tiene en cuenta aun los más
rudimentarios principios de higiene. ¿Qué han hecho los citados señores para
cumplimentar las órdenes del Sr. Gobernador? Nada, o al menos no hemos visto
sus resultados; solo un bando se publicó hace algunos días, en el que el Sr. Alcalde ordenaba se guardase
en las casas la más estricta limpieza y decía que se girarían visitas domiciliarias
para cerciorarse de la observancia de lo que prescribía. Este bando no ha sido
ejecutado al menos en la parte que dicho Sr. Alcalde guardaba para sí, puesto
que ninguna visita ha girado, no evitando por tal razón el que en una casa,
donde apenas vivirían con holgura dos personas, habiten familias numerosas, que
además poseen numerosa familia de animales con quien amigablemente reparten su
angosta habitación, dando por resultado el que cada casa sea un foco de
inmundicia y podredumbre.
Existe a un extremo de este
pueblo una balsa que bajo una ligerísima capa de agua, oculta gran cantidad de
cieno produciendo un verdadero lodazal.
A pocos metros de esta charca y dentro del radio de la población, se
encuentra el cementerio, de tan exiguas dimensiones que con gran dificultad
logra cubrir las exigencias de este vecindario en época normal, figúrese que
sucedería en caso de epidemia.
Agréguese a las causas anotadas
que en esta plaza se vende fruta y verdura en estado casi putrefacto, sin que
nadie se cuide de impedirlo. Y otras muchas,
que vale más no menearlas, y podrá formarse una idea de las condiciones higiénicas
que esta villa reúne.
Ya ve Vd. Pues mi querido
Director, como emplean estas autoridades los medios aquellos de que habla la
precitada R. O de 29 de agosto de 1892. Y si por esos medios, más o menos científicos, no se hallan al alcance de
nuestras autoridades, bien debía subsanar esa falta el ilustrado Sr.
Subdelegado, si cuando por las noches sale a tomar el fresco a la puerta de su
casa debe darle a la nariz cierto olorcillo poco agradable procedente de
algunos estercoleros que hay muy próximos a su vivienda y no evita.
Sabe Vd. Sr. Director en cuanta
estimación le tiene su buen amigo, El corresponsal. Ablitas, 10 de junio de 1893”
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