Recuerdos y vivencias de los abuelos: El hambre en la Ribera de Tudela durante la posguerra.
Francisco Santos escribano.
Recollections
and experiences of the grandparents: The hunger in Tudela's Bank during the
postwar period.
Francisco Santos Escribano
I.E.S. “Valle del Ebro” de Tudela (Navarra). UNED
- Tudela.
fsantose@educacion.navarra.es
Resumen:
Este artículo plantea una propuesta metodológica para
dinamizar la asignatura de historia de España de 2º de Bachillerato con una
didáctica basada en la historia oral. A través de esta actividad, los alumnos
generan fuentes orales por medio de encuestas que realizan a los abuelos. Así,
dentro del temario analizamos el hambre en la posguerra en una comarca de cien
mil habitantes que es la Ribera de Tudela (Navarra) donde se ubica el IES.
Valle del Ebro centro de la investigación. A través de las vivencias de los
mayores podemos estudiar aspectos tangenciales del temario que no aparecen en
los documentos de los archivos oficiales, y de los que no hablan los libros de
textos. El objetivo principal es motivar a los alumnos acercándoles la historia
cotidiana y las vivencias, alejadas de las grandes estructuras y de los
conceptos abstractos. De este modo, el proyecto genera, en última instancia,
una relación intergeneracional, y las “viejas batallas” contadas por los
mayores cobra vida dentro del devenir histórico y convierte a estos, en
protagonistas de la historia.
Palabras claves: hambre, posguerra, fuentes orales,
documentos archivísticos, entrevista, crítica de fuentes, relaciones
intergeneracionales, dinamizar las clases.
Abstract.
This article
presents a proposal to streamline the course of the history of Spain in 2nd
year with a didactic based on oral history. Through this activity, students
create oral sources through surveys conducted grandparents. Thus, within the
agenda we analyze hunger in the war in a region of one hundred thousand
inhabitants is the Ribera de Tudela (Navarra) where the IES is located. Ebro
Valley research center. Thus, through the experiences of the older, we can
study tangential aspects of the agenda that do not appear in the documents from
official records, and those who do not speak textbooks. The main objective is
to motivate students approaching them everyday history and experiences, away
from large structures and abstract concepts. Thus, the project generates,
ultimately, an intergenerational relationship and "old battles" told
by the elderly comes alive within the historical development and makes these,
the protagonists of the history.
1.- Introducción.
Las explicaciones de la historia no atraen a los alumnos de
secundaria, ni generan entusiasmo. Tampoco las lecciones magistrales, en
decadencia, ni la moderna pedagogía de clases invertidas (Flipped Learning)
sirven para crear, una atmósfera propicia, para narrar y explicar,
racionalmente, el pasado. Todos los hechos ocurridos, para ellos, quedan
lejanos en el tiempo, no son tangibles, ni tienen correspondencia con la
realidad cotidiana. Por ello, se genera muchos desafectos a la materia que la
consideran abstracta. Sin duda, es un verdadero problema para los docentes. De
este modo, para que nuestros estudiantes desarrollen un razonamiento crítico, y
sobre todo alejado de los dogmas “es necesario ensenarles a pensar de forma
ambivalente, y a no reducir sus análisis y la comprensión de los problemas
sociales a una única perspectiva” (Cuesta, 2007: 164).
Así pues, necesitamos abrir el aula a nuevas experiencias
donde el alumno participa de forma activa del relato de lo acontecido. Para
ello, hay que buscar un punto de partida próximo, como la historia de la
familia que le conduce, genéricamente, hacía un origen más cercano que los
libros de texto. Es bueno esta acción para “llevar adelante el emocionante
descubrimiento de la percepción del tiempo y la identificación del tiempo
histórico al recordar el pasado” (Sánchez, 1997: 91).
De este modo, la clase de historia, como ejercicio de oír al
profesor narrar hechos acontecidos, extraídos del libro de texto, como si
fuesen un retazo encorsetado y estanco, dentro del flujo del devenir histórico,
genera tedio y monotonía entre los estudiantes. Para romper esta dinámica, se
necesita construir lugares de memoria comunes y cercanos al entorno de ellos.
Eso supone “añadir nuevas voces, nuevos textos, nuevas imágenes y nuevas
memorias” (Cuesta, 2007: 171).
Asimismo, tenemos que tener en cuenta que, muchas veces, hay
un cierto abismo entre lo que aparece en nuestros libros de texto, con unas
estructuras históricas bien definidas, y la realidad de lo cotidiano. Hemos
llegado, sin duda, a una percepción conceptual importante, tras una lucha de
muchos años de constancia, cuando osábamos denominarnos científicos sociales,
pero ahora más parece como dice Berlanga, pura teoría “que no tiene que
vinculación en la propia realidad” (Berlanga, (2010):101).
En la tesitura en que nos hallamos, la historia, que en el
siglo XIX fue una gran disciplina, ha perdido la vitalidad de otras ciencias
que han progresado en mayor medida. Nuestra profesión no conecta con el público
pues no se entrega al pasado histórico, con ninguna pasión, ni por puro
ejercicio intelectual. Los profesores hemos captado el problema porque lo
vivimos en el aula todos los días, y eso nos genera incertidumbre académica
ante la desidia, falta de interés y escaso compromiso. A esto, evidentemente,
tan poco ayudan los libros de texto que no son la vanguardia, precisamente, de
la renovación metodológica que se da a través de los debates historiográficos.
Muchos de ellos, son antiguallas cercadas en su contradicción, que no buscar
“aíre puro y fresco” en los ambientes de controversias, y aportaciones
historiográficas.
“Los libros de texto y materiales escolares suelen tardar
mucho tiempo en recoger las renovaciones metodológicas planteadas desde el
mundo de la investigación, a no ser que se trate de alguna noticia de cierto
impacto mediático, como el descubrimiento de ciertos yacimientos arqueológicos
de renombre local o mundial” (Leoné y Mendiola, 2007:10).
Una vez realizado el análisis del problema, hay que
buscar nuevos referentes para atraer
a los alumnos a la historia como disciplina. Para ello, tenemos que
acabar con el “exceso de intelectualismo y de memorización” (Barena, Miguez,
García Conde, 2004: 27). En este sentido, un buen planteamiento, a mi entender,
es tender la mano a las nuevas didácticas que fomentan técnicas creativas, y
clases más activas. No obstante, hay que buscar métodos sencillos, sin retórica
hueca, y con perspectivas claras de mejora en la enseñanza, pues es el futuro
de la educación. No tenemos que ir a la caza de conceptualizaciones alambicadas
y vacuas que no mejoran la educación y menos la calidad de la enseñanza,
entendida como instrumento de aprendizaje. Para todo ello, hay que tener un
objetivo, y es aprender de las
experiencias como fuente máxima de conocimiento, y además, utilizar, como
herramienta principal, la observación para analizar de forma crítica el pasado.
Como apuntan los nuevos tiempos “espíritu crítico, la imaginación y la
creatividad” debe ser el fundamento de las clases de historia (Barena et al.
2004: 27).
En este contexto de desazón que producen las clases de la
asignatura de historia de España contemporánea llevó, bastante tiempo, haciendo
una propuesta de acercamiento a la historia oral. Un trabajo donde los plazos
corre en contra, se acortan, pues estoy analizando, desde el aula, el hambre en
la posguerra, y esto hace que los protagonista, tristemente, cada vez son
menos, puesto que la edad, es un impedimento que limita las fuentes a la hora
de la entrevista. Para realizar el proyecto, evidentemente, cuento con la
complicidad del alumnado que decide participar, voluntariamente, de la
experiencia que a continuación desarrollaré.
Por último, en este artículo, presentó un adelanto de un
trabajo que se enmarca dentro de un estudio que realizo de historia oral a
través de las fuentes generadas, y elaboradas por mis alumnos de I.E.S “Valle
del Ebro” de Tudela (Navarra). Los estudiantes entrevistan a sus abuelos, o a
los vecinos de mayor edad cuando los alumnos son emigrantes. Además, el
proyecto se realiza con los jóvenes de varias clases con el apoyo, también, de
otros compañeros del departamento, pero son, sobre todo, los de 2º de
bachillerato de la asignatura de Historia de España, y de 1º de Historia
Universal Contemporánea los que más, activamente, participan debido a la
proximidad del currículum de la asignatura con el trabajo que elaboran. Todas
las entrevistas son voluntarias, y
buscan un fin último por encima de la investigación y la renovación pedagógica
que es, fomentar las relaciones intergeneracionales en el ámbito del
conocimiento.
2.- La historia oral como complemento didáctico.
Una forma de acercamiento al alumno consiste en trabaja las fuentes orales como medio de
reencontrarse con las vivencias de sus mayores, y que, desde ese momento, se
convierten en protagonistas directos de los acontecimientos que se narra en la
clase. De este modo, esta metodología tiene un aporte a la educación
interesante, ya que recoge y rescata del olvido, de la memoria colectiva, todo
un momento muy puntual del devenir histórico. Por todo ello, “puede ayudarnos a
comprender el presente que estamos viviendo, el conocer por qué las cosas han
sucedido de la manera que lo han hecho” (Rodríguez, Luque, Navas, 2014: 194).
Asimismo, esta técnica de acercamiento a las fuentes orales
nos lleva, en última instancia, a dar voz a la gente sin historia, y lo más importante,
nos abre una dimensión nueva pues se trata de una “historia desde abajo” que da
sentido, y hace práctico lo aprendido en las aulas. Además, esta forma de
investigar tiene una connotación muy particular pues supone una fusión de
varias disciplinas como la sociología histórica, o también se usan métodos de
la antropología. Lo que significa una multidisciplinalidad que motiva, más si
cabe, el estudio de la historia, puesto que todas estas herramientas fortalecen
un discurso alejado del mero intelectualismo de la clase magistral, y nos
acerca al “pie de obra”(Día Sánchez, 2007: 43).
Sin duda, la historia oral también nos aleja de las grandes
estructuras y procesos históricos, y convierte lo cotidiano, y su
reconstrucción, en el fundamento básico. Los mayores entran a formar parte del
universo de conocimiento de los alumnos con recuerdos de su forma de vida,
escuela, fiestas, tradiciones, folclores, cultura popular etc. Por ello,
algunos estudiantes se alegran y lo trasmiten con frases como estas, “mi abuelo
se acuerda de ello” “a mi abuela estaba en tal lugar cuando ocurrió esto”.
Ahora los conceptos cobran vida, y nos son teorías que tienen que estudiar
obligatoriamente y “que no tienen vinculación alguna con su propia realidad”
(Berlanga, 2010: 101).
Otra de las virtudes que presenta la historia oral, como
recurso educativo, es que tiene cabida en el currículo como aportación para
clarificar, ampliar y comprender mejor un tema o un aspecto concreto. Pero
también sirve como actividad extraescolar a través de un taller o “propuesta
fuera del horario escolar” y también como trabajo individual o con el grupo
(Barena et al. 2004: 27).
En otro orden de cosas, la historia oral busca un
acercamiento, aunque sea sencillo, y no profundo, por las propias limitaciones
que puede plantear esta actividad, en el relato de los aspectos que no aparecen
en las fuentes escritas por la oficialidad de las mismas, y el formalismo
institucional. Las sociedades son cambiantes, y además evolucionan rápidamente.
En esa vorágine los sentimientos, las pasiones no aparecen reflejadas en la
documentación oficial. El inframundo personal de las vivencias cotidianas no
consta en las estadísticas oficiales.
“La sociedad humana cambia tan rápidamente que un papel
oficial no podrá transmitir nunca-transcurrido el tiempo-los sentimientos, por
ejemplo, puestos en una revolución, una huelga, o en cualquiera conflicto o
emprendimiento humano. El testimonio vivo como fuente histórica permite un
alcance más abarcador que lo estrictamente relacionado con hechos presentes
destacados de la escena política, militar, también ocupara su lugar en él lo
cotidiano y la cultura, lo particular enmarcado en los social” (Barena et al.
2004: 9).
Otra cuestión, a tener en cuenta, es que este tipo de fuentes
tienen una dinámica propia que las separa de las archivísticas pero que se
complementan. Una característica es la contradicción y ambigüedad que aparecen
en este tipo de situaciones de preguntas y dialogo entorno al pasado. Así,
aflora la subjetividad del entrevistado donde confunde el deseo muchas veces
con la realidad, y otras veces se ocultan acontecimientos de lo personal que se
pretende, a toda costa, desterrarlos de la mente y esto es un inconveniente.
Por ello, Ronald Fraser, decía con gran
criterio, que todo eso hace que “nos encontremos casi inevitablemente más bien
en el campo de la interpretación que en el de la explicación” (Fraser,
(1993):91).
En definitiva, se busca a través de esta actividad educativa,
nuevos saberes y mejor entendimiento de los procesos históricos. Las fuentes
abarcan un periodo enorme de tiempo, pues, las vivencias humanas son muy
extensas, sobre todo por qué son “creadas entre grupos sociales que han sido
privados” (Fraser, 1993:80).
Otro tema que puede generar controversia es el localismo. En
nuestro caso aplicamos el estudio a una comarca con características
geográficas, sociales y económicas similares, y con una población entorno a los
100.000 habitantes. Es decir que puede tener un valor de análisis y de
extrapolación que se acerque a la dinámica del resto de la gente a nivel
nacional. Asimismo, cuando trabajamos, con este tipo de materiales, no se puede
olvidar la crítica de fuentes, y ser cauto con las entrevistas recogidas, pues
“el hecho de que sea una fuente directa y “democrática” no puede obviar la
crítica epistemológica” (Día Sánchez, Gago González, 2006). En este sentido,
hay que tener los pies en el suelo antes de lanzarse a buscar interpretaciones
que pueden ser, escasamente científicas, y poco serias. Sin duda, el trabajo
previo de eliminar todo atisbo de falta de rigor siempre tiene que estar
presente en la actitud del profesor que dirige la actividad.
En otro orden de cosas está el dilema de la permanente
diferenciación de las fuentes escritas y las fuentes orales. Mercedes Vilanova
lo deja claro cuando reconoce que se debe de establecer un dialogo entre
“fuentes escritas acabadas y limitadas y las fuentes orales abiertas y vivas”
porque lo que recogen tanto unas como otras son visiones y versiones muy
diferenciadas. De la capacidad que tenemos para establecer ese debate y las
conclusiones que extraemos depende la riqueza del relato que pretendemos
investigar (Barena et al. 2004: 13).
En nuestro caso, el trabajo de los estudiantes se complementa
con la investigación de las fuentes archivísticas por parte del profesor, que
se centran en el Archivo Municipal de Tudela donde se recoge todos los
periódicos de la comarca, los protocolos notariales, las juntas de distrito,
series de abastos, cartillas de racionamiento, día del plato único,
intervención de la producción etc.) Es evidente, que nadie que trabaja las
fuentes orales puede alejarse del archivo donde están los documentos escritos
que recogen todo el material oficial que ninguna vivencia puede suplantar, y
donde se suscita el grueso temático que vertebra la dirección de las entrevista
a los abuelos por parte de los alumnos. En este sentido, no viene de más citar
a Ronald Fraser cuando especifica el papel que debemos dar a las fuentes orales
y las ubica en su sitio dentro de la metodología histórica.
“A un nivel práctico, hay algo que une a todos los que
utilizan fuentes orales, y eso es el saber que estas fuentes no bastan por sí
mismas. Todos están de acuerdo que hay una labor anterior imprescindible, que
es lo de cualquier historiador o investigador: la consulta obligatoria de todas
las otras fuentes primarias y secundarias que pueden tener relación con su
campo de investigación” (Fraser, (1993:84).
Un aspecto, que a veces pasa desapercibido, es el ámbito
donde se experimenta y se investiga, que es, un espacio de memoria reducido de
relaciones sociales más cercanas, como son la familia, los vecinos, los amigos,
etc. Si a este universo cercano al nuestro le preguntamos sobre las
estructuras, y proceso propios del devenir histórico podremos observar las
variaciones del cambio social a un nivel de microescala. Todo ello nos da una
visión más original y peculiar, donde muchas veces se matizan cuestiones que se
dan por asumidas como formas de comportamiento general. Por eso, en muchas
ocasiones, “la explicación social del individuo y la estructura social a la que
pertenece, y resulte eficaz en relación a los estudios de cambio social,
presentando un material muy rico para determinar las variables” (Riviere,
2006).
Este tipo de fuentes nacieron en la segunda mitad del siglo
XX como instrumento al servicio de la
historia social y cultural, pero también están dentro del ámbito del estudio de
pasado desde abajo. Ya Carlo Ginzburg se lamenta de la escasez de testimonios
sobre las actitudes y los comportamientos de las clases populares. Por ello, es
bueno crear un archivo inmaterial de las vivencias de los hombres que han
constituido la multitud activa, las masas, la gente corriente, y que no han
generado más historia que la narración a los nietos en reuniones familiares
(Ginzburg (1986) 13).
Lo más novedoso que puede aportar este tipo de trabajos y
experiencias con los alumnos es la creación de un archivo inmaterial de
vivencias, relatos de los mayores para futuros estudios históricos. Además, es
un ejercicio que ayuda a construir la memoria, sobre todo de temas que nunca se
han narrado, por diversos motivos, en las fuentes oficiales. Asimismo, el
acopio de imágenes sirve de anclaje o acicate para remover el pasado oculto que
muchas veces necesita una motivación para hacerlo hablar y “refrescar” la
memoria.
Por último, la historia oral sirve para rellenar un hueco de
sentimientos y vida cotidiana que las fuentes documentales no nos ofrecen. Es
sin duda un complemento interesante que a la postre incentiva a los alumnos a
seguir preguntando sobre otros aspecto que muchas veces se alejan del trabajo
original.
“Cuando faltan datos para reconstruir el pasado, los
testimonios orales son especialmente útiles y válidos para cimentar la historia
y cuando ya existen pueden, igualmente, jugar un papel destacado y renovador al
aportar otros enfoques y puntos de vista sobre el tema a estudiar…”(Riviere,
2006).
3.-Las encuestas a los abuelos.
El cuestionario que se entrega a los estudiantes, es el instrumento
metodológico, fundamental, en la experiencia que trabajamos en el aula. Es
evidente que las preguntas no se han consensuado con ellos, sino que es el
profesor el que las proyecta, buscando elementos que no aparecen en el Archivo
Municipal del Tudela ni en los libros de texto al uso. Por ello, muchas veces
ellos se quedan perplejos con algunas de las cuestiones que se plantean, pero
se les aconseja que las pregunten tal cual pues sus abuelos no se van a
sorprender, sino que pueden llegar a la empatía, e incluso “soltar” alguna
lágrima. Además, el tema de la posguerra y el franquismo se imparte casi al
final del curso, y por ello, no es operativo explicarlo, fuera de contexto,
para poder entablar un diálogo fluido con los alumnos a la hora de elaborar el cuestionario que es,
sin duda, lo razonable.
Pero, el planteamiento
inicial genera un problema importante, y es la conversación que puede
establecerse entre entrevistado y entrevistador, pues muchas veces el alumno
carece del conocimiento necesario para reconducir la narración, y deja total
libertad al entrevistado. No obstante, esta ruptura de los márgenes lleva al
abuelo a contar historias, que muchas veces, no sirven para el tema en
cuestión, pero si es un material interesante para exponer en clase sobre otros
aspectos de la Guerra Civil, la posguerra o el desarrollismo etc. como si fuese
un archivo inmaterial. Hay casos donde el abuelo le narra al nieto la guerra
civil y su participación en ella, o explican su lucha soterrada contra los
poderes establecidos en su localidad etc. Y eso sin duda, son documentos de
primer nivel. Por ejemplo una alumna de Corella, no consigue que su abuelo
hable del hambre, pero si trae varios folios donde nos cuenta su experiencia en
la contienda bélica, y su posterior servicio militar en Canarias pues
perteneció a la “quinta del biberón”. Su relato de lo que vio en el frente en
torno a la violencia fue estremecedor.
Una vez hecho el planteamiento metodológico, el primer
aspecto a tener en cuenta es la definición de los objetivos, y el ámbito donde
se va a enmarcar el estudio. Así, se pretende llegar a:
• Entender el
hambre en su aspecto físico y la lucha por captar alimentos en un contexto
rural o de una ciudad pequeña como Tudela. Muchas veces se buscan productos que
no son un componente de la dieta, pero que en este momento sirven para saciar
la necesidad.
• Conocer la
relación que puede haber entre el entrevistado y la institución franquista del
Auxilio Social.
• Comprender
los mecanismos del mercado paralelo conocido como “estraperlo”, y si los
entrevistados se vieron abocados a participar
de este sistema de comercio con el consiguiente problema que puede
generar con las autoridades al cometer una ilegalidad.
• Saber si se
dieron casos de enfermedades relacionadas con la nutrición como el raquitismo y
la pelagra.
• Entender el
papel que jugó el racionamiento y las cartillas para adquirir productos que se
otorgaban a la población para poder aprovisionarse de alimentos.
• Estudiar la
relación del hambre y la debilidad que se
genera en el cuerpo y que hace que los vecinos vean la aparición de
vírgenes, o el mismo diablo en el entorno de la Ribera de Tudela.
• Conocer
anécdotas curiosas de sus vecinos para entender la picaresca, y la agudeza del
ingenio que genera el hambre al que lo padece.
En lo que concierne al ámbito de estudio, se trata de una
comarca delimitada geográfica y socialmente que es la Ribera de Tudela. Así,
los alumnos de esta zona acuden al I.E.S “Valle del Ebro” que es un instituto
de enseñanza secundaria de concentración comarcal. Como apunté, con
anterioridad, esta zona es una demarcación política administrativa de la
Comunidad Foral de Navarra que tiene una población superior a los 100.000
habitantes.
Otro aspecto importante es hacer un planteamiento e hipótesis
de trabajo previo. Para ello, el profesor, con anterioridad, ha estado dos
meses en el Archivo Municipal de Tudela examinando y obteniendo documentación
de distintas fuentes. Con este material elabora un plan que sirve para
confeccionar el cuestionario sobre los aspectos que no aparecen en los legajos.
Esta actividad genera unos materiales que corresponden con la vida más íntima
de las vivencias en una época negra de nuestra historia, donde la miseria
cumbre todo con un manto de desolación y escasas expectativas de futuro. Se
trata de la época del hambre como la definen nuestros antepasados.
Con todos estos argumentos elaboró el elenco de preguntas a
modo de borrador que después de varias entrevistas previas, corrijo buscando
ampliar el universo de aspectos que puede ser interesantes en este tipo de
aspectos como el hambre.
Al final, las cuestiones que los alumnos tendrán que formular
a sus abuelos son las siguientes:
Cuestionario sobre el hambre en la posguerra.
Profesión……………………………….
Edad……………………………………………Localidad………………………………… curso
alumno/a……………….
1.- ¿Pasó hambre en la posguerra? ¿Cuál fue la situación
socio-económica de su familia?
2.- ¿Tuvo que acudir de niño al comedor del Auxilio Social,
cuyo lema era “no haya hogar sin lumbre, ni español sin pan”?, ¿qué recuerda de
esa institución?
3.- ¿Practicó usted, o alguno de su familia el estraperlo? En
caso afirmativo, ¿qué productos vendía y dónde los llevaba?
4.- ¿Recuerda las sequias de los años 40, como le afectaron?
5.- ¿Usted tuvo cartilla de
racionamiento? ¿De qué clase era, 1ª, 2ª o 3ª ¿Qué productos adquiría?
¿Tuvo cupo de tabaco?
6.- ¿Comió pan negro y dónde molían el trigo? ¿Comió,
ratones, topos, culebras, gorriones etc.?¿Fumó hojas de parra o de ligarza?
7.- ¿Cazó pollos de perdiz a la carrera, recogió espárragos
trigueros, cardillos, berros, acelgas “campias”, pámpanos de la viñas o tallos
jóvenes de las zarzas para pelarlos?, ¿fue a espigar? ¿A “rebuscar olivas”?
¿Tomó café de achicoria o de cebada tostada?
8.- ¿comía pollo alguna vez?
9.- ¿Vivió en cuevas?
10.- Si era agricultor, ¿entregaba todo el trigo al granero
del SEMPA o se quedaba una parte para el
estraperlo?
11. - ¿En su familia, o en su pueblo se dieron casos de
raquitismo, o pelagra?
12.- ¿Recuerda si se le apareció la virgen a algún vecino de su pueblo y cómo fue?
13.- ¿Conoce alguna anécdota protagonizada por algún vecino
suyo en la época del hambre? ¿Nos la puede contar?
Este cuestionario se entrega a los alumnos para que procedan
a realizarlo a los abuelos. En este acto, muchas veces la complicidad del
adulto ante el recuerdo de su pasado y las ganas de narras su historia, produce
una motivación extra en el estudiante que hace implicarse más en el mismo. Se
genera una dinámica que algunos no se imaginan. Muchas veces, ellos te dice que
“me ha dicho mi abuelo o abuela que si quieres más información que vayas hablar
con ellos que te contarán más cosas”. Otros por el contrario son parcos,
herméticos y no quiere recordar las vivencias, y todo lo contrario, pretenden
esconderla en lo más recóndito de su mente. Pero, en un caso o en el otro se
produce una comunicación fluida, un acto de reciprocidad en el “que
entrevistado y entrevistado están de acuerdo en estar desacuerdo” (De Garay,
1999).
En otro orden de cosas, la elección del tema, muchas veces,
viene forzado por investigaciones anteriores o lecturas de aspectos
relacionadas con los recuerdos a estudiar. O como apunta algún historiador,
suele estar relacionada con una vivencia o “realidad concreta, con algo que nos
motiva directamente, individualmente, o comunitariamente” (Barena et al. 204:
11). Así pues, en mi caso, son los relatos de los vecinos de mi localidad, un
pueblo de secano, con pocos recursos, que tuvo que soportar los rigores del
hambre. Además, la necesidad agudiza a sus gentes el ingenio, contando
historias fantásticas que es lo que hace, en última instancia, acercarme a este
tema. Sin duda, mis antepasados hablan con libertad e incluso con orgullo de
las necesidades alimenticias a las que fueron sometidos por el régimen
franquista y su desafío ante la vida. También, explican cómo, con perseverancia
y capacidad de resistencia salieron airoso de ese envite. No obstante, a la
hora de afrontar este tema en una comunidad más amplia, donde no existe esa
idiosincrasia de forjar la personalidad de lucha por el hambre sufrida, la
respuesta es distinta.
Pero, si uno vuelve la vista atrás, y recuerda aquellos
tiempos de finales de siglo, cuando los padres iban de viaje de novios en
burro; si se rememoran aquellos días en que no quedaba un caracol en los
ribazos y se agotaban los cardillos, berros y acelgas “campias”; si
contemplamos aquella época de entreguerras, cuando se hilaba esparto en los
pajares y de daba un pan por cada peseta para tomar café el domingo,
comprobaremos que la motocicleta de nuestros jóvenes de hoy es una conquista
con relación a aquella “sufrida bicicleta negra” de Éibar, sólida y dura,
cagada con aperos en su monumental parrilla. Aquellas bicicletas lentas,
movidas por el corazón (único motor del que, a pesar de todo, nos podemos
fiar), recorrían cientos de kilómetros por Soria y la Riojas Baja con un
pellejo de aceite de cien litros” (Escribano, 1968: 24)
Algunos de los
encuestado no pasaban hambre según su relato, sino que eso ocurre con sus
vecinos. Esa es la misma sensación que se recoge en la prensa tudelana de la
época sometida a la censura. Grandes titulares de no hay hambre en la comarca,
contrastan con los anuncios para curar el raquitismo y la fundación de
comedores del Auxilio Social en los diverso pueblos de la merindad.
Otro aspecto, también, a tener en cuenta es dejar hablar al
interlocutor, al entrevistado. Cuando las preguntas las formula el profesor
tiende a controlar la entrevista, y reconducir la conversación cuando esta se
convierte en “contar batalla” venga al tema o no. Pero si es el alumno quien se
enfrenta al cuestionario, no tiene suficientes elementos de juicio para dirigir
la entrevista, y aquí el historiador desaparece. No obstante en el trabajo
final de vaciado y trascripción de las fuentes se vuelve a tomar las riendas
del proceso interpretando las fuentes y sumando otro tipo de documentos. Como
apunta Greeler:
“La polarización entre un populismo entusiasta, en que el historiador
desaparece para dar voz al pueblo y una concepción tradicional del
historiografía objetiva en la que el historiador autor asume una posición
privilegiada como intérprete de los testimonios de sus entrevistados” (Greler:
1991).
A pesar de las dificultades técnicas que puede acarrear este
tipo de trabajo para los alumnos los resultados son prometedores. Lo que
tenemos claro, como objetivo primordial, es que estamos generando una actividad
didáctica de primer orden para que ellos puedan conocer aspectos históricos
singulares. Se trata de entender a sus abuelos, y hacerlos testigos de lo
ocurrido y de los acontecimientos del pasado. Es la historia de los hombres sin
historia que aparece ahora de manera motivadora. Así pueden, en el fondo,
entender que los problemas que se narran en los libros de texto, tienen su
correspondencia directa con los que les han contado sus antepasados.
En otro orden de cosas, la información obtenida es
privilegiada. Dependiendo de su utilización e interpretación podremos tener una
visión del tema analizado enriquecedora, desarrollando sus aspectos más
recóndito y cercanos a una la visión cotidiana de la historia, y de las
imágenes que definen el periodo estudiando. Así, también conseguimos que
nuestros alumnos desarrollen un pensamiento crítico, puesto que les hacemos ver
que no todo se reducen al estudio y que “la compresión de los problemas
sociales a una única perspectiva tomada como verdadera…” (Cuesta: 2007: 164).
Uno de los objetivos de trabajo, como hemos visto, es aportar
testimonios de un valor incalculable, y sobre todo con una población, que por
generación, está desapareciendo. En esta reconstrucción de la historia,
apoyándonos, en fuentes orales, podemos enriquecer el universo de ideas por qué
nos encontramos con que las entrevistas van indistintamente dirigidas a hombres
como a mujeres, aportando una visión de género muy interesante. Además, los
entrevistados pertenecen a diversos sectores productivos que enriquecen, más
sin duda de matices, las vivencias. Todo ello, con el añadido, ya reiterado, de
que no existen fuentes documentales que nos aporten información de este tipo.
Así, sólo los relatos de vida pueden llenar un hueco y completar una
información incompleta. Queramos o no las fuentes documentales, son oficiales,
estadísticas, administrativas, etc. por lo cual “tozudas” en los aspectos a
tratar, y no podemos forzarla como aquellos positivistas del siglo XIX buscando
hacer del dato un lugar de culto.
Una cuestión a tener en cuenta de las encuestas es el
problema de las deformaciones. Muchas veces el entrevistado tiene una visión de
sí mismo que compatibiliza con los que busca el entrevistador. Por eso, una vez
entregadas por los alumnos, la crítica
de fuente se impone.
Un último aspecto, a
la hora de trabajarlas, es que debemos tener en cuenta la imaginación de sus
antepasados, ya que algunas veces no corresponde con el hecho histórico, sino
que se trata de divagaciones muy generales. Esto es un asunto que se solventa
en la transcripción de las encuestas y el análisis minucioso de las mismas.
Es necesario no perder nunca el norte y tener,
meridianamente, claro que la memoria es muy selectiva. Tenemos un filtro que
nos hacer siempre recordar los que queremos y lo hacemos en función de un
interés. Por ello, nunca debemos bajar la guardia y añadir pregunta
reiterativas buscando la parte de realidad y los momentos de la imaginación
subjetiva.
“Hay que partir de la base de que la memoria selectiva se
recuerda lo que se quiere y lo que ha tenido un gran impacto en nuestras vidas.
Las personas mayores recuerdan mejor los acontecimientos remotos que los
inmediatos y siempre en función de sus intereses” (Diez Sánchez, et al. 2006).
Por todo ello, la conclusión a la que llevan estas premisas
es que muchas veces, lo más trascendental y jugoso, es lo que nunca se cuenta.
Hablar del hambre en el siglo XXI, desde la hipocresía de un sociedad de la
opulencia, hace que muchos sientan, desde sus visión actual, vergüenza de haber
pasado hambre, o más si cabe haber tenido que acudir al comedor del auxilio
social a recibir el “rancho”. No obstante, en el archivo están las cifras de
dicha institución y los libros de contabilidad para corroborar una situación
que se dio en nuestra comarca y en toda España. Por eso, no podemos dejar de
completar, y más en este tema, los archivos documental oficiales con las fuentes orales.
Como conclusión sobre el apartado de las entrevistas, hay que
pone de manifiesto que la nueva fuente documental se dirige a un sector social
excluido o relegado, meramente, a un dato frío y estadístico en la
documentación oficial. Pero, tanto los alumnos como entrevistadores, como los
abuelo como entrevistados pertenecen a categorías sociales concretas y
“comparten características étnicas, sociales, ocupacionales o de otra índole,
pero cuyas vidas no figuran en las fuentes escritas” (Barena et al. 2004: 14).
4.-El archivo como fuente principal.
Sin duda, creo que hemos dejado claro la complementariedad de
las fuentes documentales orales y las archivísticas. Ahora bien, no seré yo el
que glorifique ni satanice la historia oral. Mi experiencia en el aula, y el
trabajo con mis alumnos es una realidad positiva que me dice que hemos
encontrado un método de llegar a ellos para hacer más motivadora la asignatura.
Como me decía una estudiante de Fustiñana, “he visitado a una abuela de 102
años en la residencia y se ha alegrado de contarme su historia. Además, me ha
dicho que si quiere el profesor que vaya a hacerle una visita una tarde que le
contará más cosas”. Sin duda, algunos detractores de la historia oral piensan
que “era difícil aceptar que una historia de vida, de cualquier protagonista
anónimo, podía estar en la misma posición de un ministro encumbrado por la
historia al uso” (Díaz Sánchez, 2007: 44).
La labor archivística se concentra en el Archivo Municipal de
Tudela que custodia la documentación más importante de la comarca. Así, la
primera fuente utilizada es la prensa local que se basa en una serie de
periódicos que dan nutrida cuenta del acontecer ribero. Todos se editan en
Tudela , excepto un diario que es de Corella .
Estos medios de comunicación nos dan noticias, aunque
sesgadas por la censura franquista, de la situación social de la Ribera de
Tudela. Pero el tema del hambre es tan importante que no pueden hacer la vista
gorda las autoridades:
La junta del “Comedor de Caridad de Tudela se complace en
hacer públicos los siguientes datos: El Comedor se inauguró el día de Navidad,
y no ha cesado de funcionar, aumentando los asistentes hasta llenar todo el
local disponible, que se amplió el día primero del años. Hasta el día 14,
inclusive, de este mes de enero, las comidas servidas son: a niños 1.519. A
hombres, 334. A mujeres lactantes, 316. A otras mujeres, 782. Total, comidas
servidas, 2.951.
Además, si nos quedan dudas de la miseria que se cierne sobre
la ciudad de Tudela y los pueblos de la comarca, la prensa nos relata la
creación de los comedores del Auxilio Social. Como lo expresó en el título de
su libro Ángela Cenarro que son “la sonrisa de falange” (Cenarro, (2005)). En
una crónica del diario Falange nos presenta esta institución como un lugar
idílico que más parece uno de esos restaurantes a la moda, que un centro para
calmar el hambre de los necesitados. Así es, de sobra conocido, que esta
beneficencia se fundó en octubre de 1936, con el nombre de Auxilio de Invierno,
para ayudar a las víctimas de la contienda. La mentora de esta institución fue
Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo con el empuje y ayuda de un
miembro de las JONS, Javier Martínez de Bedoya (Sánchez Blanco, 2007:135)
Las comidas son abundantes-el del mejor apetito puede
saciarlo-, bien condimentadas, nutritivas y variadas, hasta el extremo de que
no las desdeñarían los paladares más exigentes y delicados. Y por añadidura,
una pulcritud tan extremada en la limpieza, que esta circunstancia, por si
sola, bastaría para el más cumplido y mejor elogio de los comedores causantes
de estas líneas. Y por si todo ello, con ser ya mucho no fuese bastante, los
asistentes están servidos por bellísimas y gentiles señoritas de rostro
risueño.
Asimismo, aquellas señoritas, “bellísimas” que servían en los
comedores, no les faltan recompensa, pues muchas reciben la medalla de dicha
institución por colaborar con las autoridades “con el mayor entusiasmo”.
Además de la prensa hemos trabajado la sección de cartillas
de racionamiento y los abastos en
Tudela. En estos legajos se recoge las declaraciones de los productos agrícolas
entregados en la Merindad de Tudela. Recordemos que estamos en la época de la
autarquía y de la intervención de las autoridades en el comercio a través de la
fijación arbitraria de los precios y en el control de las ventas (Del Arco
Blanco: 2006:243).
También hemos utilizado una sección donde se recoge el evento
que, tan pomposamente, titularon el día del plato único, y día de la semana sin
postre. Este dilema constituye una obligación que contraen los restaurantes y
las fondas de la ciudad, y todo el ahorro de esas comandas sirven para
financiar el auxilio social. Evidentemente, la picaresca hacía ocultar parte de
los ingresos por lo que las autoridades instituyeron un impuesto con ese nombre
evitando la voluntariedad .
Esta situación de miseria y control de hambre por el Estado
hace que el racionamiento de alimentos necesite regulación por parte de las
autoridades franquistas. No todos están sujetos a tener cartilla para obtener
productos. Para acceder a ella hay que conocer la situación económica y así
poder entregar dicho documento. Además, a cada habitante se le asigna un
establecimiento comercial para acudir a realizar la compra. En esta tesitura los que más sufren las consecuencias
de la guerra y la posguerra son los niños que están a merced de un control
mayor para poder procurar alimentos. Las cifra de los pequeños suponen el
problema más importante a la de por sí lamentable situación. En una nota de
prensa se hacen eco de esta circunstancia que cada vez es más acuciante .
Tenemos en nuestro comedor 200 niños a los que educamos y
damos de comer. Visitar estos comedores a la hora de las comidas, es presenciar
el acto más hermoso y sublime. Necesitamos vuestro apoyo, os lo piden esos
angelitos, mandarnos vuestros donativos en dinero o en especies y veréis que
alegría sentís. Todo por Dios y por España ¡Arriba España!
En definitiva, las fuentes archivísticas son necesarias y
seguimos trabajándolas para poder complementar con las orales. No utilizamos
una documentación única, pues creemos en la simbiosis de ambas, y en las clases
dinámicas y participativas que genera este ejercicio.
5.- La fuentes orales: un análisis general.
En este apartado hago un comentario muy general sobre el tipo
de contestaciones que dan el entrevistado a los alumnos. Me limito a trascribir
unas pocas encuestas dentro del cómputo general de las que me han entregado
durante estos años, que son muchas, para hacer patente su significado y aporte
a la investigación y a la clase.
Así pues, las entrevistas de los alumnos varían unas de otras
en la actitud del entrevistado y el entrevistador. En muchos caso, se limitan,
los abuelos a contestar si o no sin ningún contenido que pueda enriquecer el
dialogo y la fuente oral que se genera.
En bastantes casos, a la primera pregunta de si paso hambre
el ocultamiento aflora. Sin duda, no es hoy, motivo de satisfacción, para
algunos, reconocer las necesidades del pasado y por eso la memoria que es
selectiva lo ha eliminado o lo ha ocultado. No obstante, reconocen que
conocieron a muchos que si lo pasaron.
Todo esto no es óbice para que muchos hablen, abiertamente,
del tema y sin tapujos. Una señora, en una entrevista, reconoce que su familia
era afortunada, y que contaba con más recursos que otras, pero a la pregunta de
si práctico el estraperlo contestas “yo misma practique el estraperlo, el
dinero era escaso y lo necesitábamos para vivir”. Es una contradicción, sin
necesidades, para qué vas a cometer un ilegalidad que te que puede suponer una
multa administrativa o pasar un tiempo en la cárcel o en el cuartelillo de la
Guardia Civil.
Un señor de 81 años de Ablitas habla de esa época como si
fuese una descarga de sus vivencias y unas ganas de contar su situación para
que todos lo sepamos y que nadie se olvide. Él dice “si pasé hambre, sí, ojalá
hubiera tenido para comer lo que tengo ahora. Nosotros éramos una familia muy
humilde. Mis padres eran temporeros…”
Pero sin duda, la reflexión más interesante la realiza un
señor de Murchante de 88 años que vine a
decir no sé si pase hambre pues no conocíamos otra situación a esa para poder
comparar. Su relato es muy bonito, “generalmente yo creo que se puede decir que
pasamos (hambre) pero ahora no recuerdo. Íbamos tan mal, bueno, íbamos con las
alpargatas rotas, con los pantalones rotos, hacíamos muchas meriendas de ranas,
de topos, de madrilla… y éramos más felices, ahora, tampoco conocíamos otra
cosa, no sabíamos lo que hay ahora, pero éramos felices…”
Una señora de 86 años de Tudela ama de casa recuerda de forma
muy coherente que “no pasó tanta hambre como la que pasaron otras familias,
pero finalmente, la guerra y sobre todo la posguerra acabó afectando a todos”.
El tabaco era uno de los productos que más se deseaban. A la
pregunta de si fumó hojas de parra o de ligarza, la gran mayoría contentan que
sí, y algunos añaden más productos como las hojas de tomates o “su abuelo las
mandaba a ella y su hermana gemela a recoger colillas del suelo para que su
abuelo fumara”. Un señor añade que fumó también hojas de higuera.
Cuando se pregunta por el comedor del Auxilio social, muchos
abuelos reconoce que había en sus pueblos e incluso te dicen quien lo regentaba
y donde se ubicaba. Los que acudieron a él habla bien, pues para ello
significaba saciarse y comer. Un señor de 88 años no recuerda la titularidad
del mismo, pero sí que iban a él “íbamos varios, a lo mejor uno de cada casa,
había una sirvienta del pueblo, no sé muy bien qué nos daban ni que días de la
semana. Sería del gobierno, no creo que fuera del ayuntamiento”. Otro señor de
81 años reconoce que “sí que acudí. Solo recuerdo que me echaban un poco de
rancho”.
Una señora de Tudela de 86 años dice que “solía ir a Castel
Ruiz, donde daban un rancho muy bueno”.
Si se les pregunta por si comía pollo alguna vez, todos
hablan que no, que como mucho lo hacía para alguna gran celebración o algún
acontecimiento destacado. Los alumnos, que prácticamente come habitualmente, se
sorprenden con las contestaciones de sus abuelos. Un señor se extraña de la
pregunta y contesta “el pollo no los vimos”. Otro contesta “los domingos y como
algo extraordinario”. Los que pertenecen al mundo rural añaden “criábamos
pollos, gallinas, lechones en casa”.
En el tema del estraperlo siguen existiendo recelos porque en
aquella época es delito. No obstante, muchos se reivindican frente al
franquismo reconociendo haberlo practicado aun sabiendo que es una ilegalidad
que sirve para enfrentarse al orden establecido de forma callada, y que además
reporta pingues beneficios. Un abuelo de 81 años de Ablitas dice que no
práctico el estraperlo pero añade una frase que puede ser interesante de como
para muchos lo importante es subvertir el orden, “yo no practique estraperlo,
pero sí que cogía lo que podía por ahí”. Una abuela panadera de 93 años de
Ribaforadas reconoce abiertamente que “sí, hacía estraperlo con el trigo para
hacer más pan para venderlo. También hacía estraperlo con tabaco, y un hermano
suyo fue a Zaragoza a por aceite de estraperlo y lo pillaron en la estación. Lo
metieron en la cárcel”. Además, una señora ama de casa de Tudela dice que su
familia no practicó el estraperlo pero que “la vaquería de mi padre que estaba
pasando el Puente el Ebro, le dejaban cosas, para que no les cogieran los
delegados.”
Una anécdota curiosa no la cuenta un ferroviario de Castejón
de 76 años sobre estas prácticas: “mi padre hacía estraperlo, se dedicaba a
vender tejidos por los pueblos y traía pan blanco y algún alimento. Una vez de
niño mi tía me mando a vender pan a la plaza que había traído mi padre y yo
que no conocía el estraperlo por mi poca
edad vendí el pan a precio normal, pero cuando llegue a casa y le di el dinero
a mi tía se enfadó y se puso a chillarme por no haberlo vendido más caro”.
Una señora muy lúcida de Tudela, cocinera de 79 años no
cuenta con todo lujo de detalles el estraperlo, “compraba aceite en Murchante,
un pellejo de 25 litros y lo vendía en casa. Se compraba en Kilogramos y se
vendía en litros y obtenía una ganancia de una taza de aceite, de las de
chocolate, por litro que vendía. Después compraba aceite en Cascante y lo
alternaba con el de Murchante. También compraba de estraperlo el tabaco.”
Por último, la respuesta más curiosa la realiza un señor de
87 años hijo de un militar que contesta que “no práctico el estraperlo porque
era un delito”. Y a la pregunta de si entregaba todo el trigo al granero del
SEMPA o se quedaba una parte para el estraperlo contesta “esta pregunta no la
comprendo porque era reconocer que hacías fraude”. El sentido de la
responsabilidad se manifiesta en estado puro.
La memoria es selectiva pero a veces es más certera que lo
que nos creemos. Cuando preguntó, por curiosidad, si tuvo cartilla de
racionamiento y de que clase era. Muchos reconocen tener cartilla de
racionamiento pero desconocen la clase. Algunos, se acuerdan hasta de la clase
de la misma. Un señor de Castejón de 88 años afirma “si tuvo cartilla, era de
3ª clase”. Otra señora panadera de 93 años de Ribaforada asegura que “tenía
cartilla de 3º clase como todo el pueblo y que daban 200 gramos de pan”. Por
último un vecino de Murchante, agricultor de 88 años asegura categóricamente
“Sobre la clase, eso no se… si, pero de
primera no sería”.
Por último una pregunta jugosa a la hora de valorar sus
vivencias corresponde las anécdotas que recuerda de su pueblo entorno al
hambre. La imagen que trasmiten es de una dureza y lucha por la vida cargada de
dignidad y esfuerzo por la supervivencia. Un vecino de Ablitas reconoce como
los guardias le pisaban los talones por haber cometido un acto delictivo en
busca de comida como es la caza furtiva. En esta lucha, en aras de sobrevivir
al tormento del hambre, todo valía para salir airoso y seguir viviendo. En la
entrevista cuenta como “yo una vez cacé una liebre mientras me perseguía la
guardia a caballo. Corría mucho porque era muy flaco y ágil, ¡quién pillara
esas piernas ahora!”
Una abuela modista de Tudela, nos cuentas que “su hermano
estaba enfermo y su padre fue a Corella andando para comprar en el estraperlo
penicilina que aún no vendían en las farmacias. Está llegaba a Corella desde
san Sebastián y a San Sebastián desde Francia”. Un señor de Cascante de 85 años
nos cuenta como “la gente del pueblo venían a pedirnos aceite y más alimentos
necesarios para el día a día y decían que luego te lo devuelvo pero tardaban
mucho en devolverlos (si lo hacían) ya que no tenían para comer”. Una abuela
tudelana nos describe como “tenían unos conocidos que cogían todos los gatos que
veían y se los comían”. Otro vecino de Monteagudo de 82 años dice que “nos
compraban unas alpargatas y las llevábamos toda la semana, y luego el domingo
no echaban polvos de talco por las zapatilla para blanquearlas y nos las poníamos para mudar”.
Una última anécdota del ingenio para soportar los rigores del
hambre nos la cuenta una jubilada de Arguedas de 75 años que dice” hacíamos con
migas de pan plátanos, porque en esa época casi nadie podía comerlos. Los
metíamos dentro de las cáscaras de plátanos
así parecíamos ricos”.
Para terminar dos testimonios muy gráficos de los que suponen
las fuentes orales frente a las archivísticas. Un vecino de Castejón contesta
lo siguiente, y creo que puede ser gráfico de lo ocurrido en aquella época. “Lo
que cuento no son anécdotas eran las vivencias y estabas obligado a ser
católico. Las anécdotas son todas y todos porque eras dependiente del sistema y
si no te consideraban un rebelde. Excepto los ricos todas las personas pasaron
por todas las preguntas que me has hecho”.
Para terminar, una vecina anónima de Cascante, ama de casa
pone el pie en la llaga del fin y objetivo último de este trabajo: “no voy a
contar anécdotas porque soy muy tímida, pero que sepáis que estas preguntas me
han dejado volver hacía el pasado, gracias por los buenos recuerdos”. Las
alumnas que realizaron está última encuesta eran inmigrantes, y se la hicieron
a una vecina suya. Ahí está la relación intergeneracional el fin último que
persigue esta actividad.
6.- Conclusiones.
Este trabajo realizado, con la inestimable colaboración
de los alumnos, para generar fuentes
orales creo que tiene una función dinamizadora de las clases, y sirve para
acercar la historia de los libros a la palabra de los abuelos cuando recuerdan
el pasado. Evidentemente, esta inconcluso, pues sigue adelante hasta que las
generaciones que sufrieron los rigores del hambre desaparezcan.
Cuando algunos estudiantes reciben el cuestionario se ríen de
las pregunta, porque creen que son una ocurrencia, caprichosa, del profesor de historia.
Más tarde se sorprenden de las contestaciones de los mayores, y se implican más
en el trabajo. Se enorgullecen de sus abuelos y los rescatan del anonimato más
absoluto.
Sin duda, no somos ingenuos de creer que las fuentes orales
son la base única para hacer una investigación histórica. Pero si reconocemos,
sin ningún tapujo, que son un complemento excelente para las fuentes
archivísticas pues frente a los legajos oficiales nos descubre otros aspectos
distintos, cercanos y frescos de un retazo de vida cotidiana.
Además, buscar la implicación de los alumnos a través de este
trabajo voluntario, sirve para reforzar las competencias básicas, y para
acercarnos a unas técnicas que utilizan muchos científicos sociales. Las
vivencias extraídas van a plantearnos aspecto más tangenciales y menos comunes
dentro de la idiosincrasia popular. El universo del hambre no sólo se puede
estudiar a través de las calorías consumidas, sino también del día a día, y la
lucha por la vida en aras de un sustento. Muchas veces la alimentación se
produce a través de productos originales, que hoy pensamos que no pueden estar
dentro de nuestra dieta.
Todos sabemos que la memoria es selectiva. También tenemos
claro que se recuerda lo que se quiere, pero a pesar de todo, es un ejercicio
de motivar esas vivencias guardadas en lo más profundo, en busca de ese
imaginario popular que inspiró, entre otros, a Escobar a crear Carpanta y que
se genera en esta sociedad del hambre y del miedo al provenir. Como ejemplo, a
un vecino de Ablitas, familiar mío, le preguntaron en el campo que llevaba para
comer y él contesto, “llevo comida larga”, pincho el puchero con un tenedor y
saco del mismo una culebra. Esa es la metáfora última de lo estudiado.
Para terminar, sentarse en una mesa nietos y abuelos para
escuchar las batalla de hace 80 años es un ejercicio intelectual de máximo
nivel. Primero, porque la fuente del conocimiento es la experiencia de vida.
Segundo, porque las relaciones intergeneracionales enriquecen a las dos partes.
Los abuelos son felices recordando el pasado, y los nietos ven a sus
antepasados como parte de esa masa de hombres sin historia que aparecen, vagamente, en sus libros pero con una riqueza
personal sin límites.
Por último, las clases de historia a través de este trabajo de
fuentes orales se enriquecen y sirven como dije para romper el tedio y la
monotonía que hemos generado en las aulas con programas absorbentes, y temarios
eternos donde no cabe más recurso que la clase magistral. Si este tipo de
investigación consigue romper está dinámica, nos damos por satisfechos.
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