Paseando por la Navidad.
Cuando la Navidad asoma, la patita por debajo de la puerta y llega con sigilo para traernos paz, amor y solidaridad, en estos momentos difíciles para la humanidad es importante esperar con tranquilidad su paso desaforado. Es, sin lugar a dudas, también tiempo de fiesta, de felicidad y por qué no también de reflexión. Por ello, antes de que comience todo el estruendo, merece la pena pensar serenamente y de forma sensata lo que suponen estas fechas donde todo se condensa en momentos gastronómicos espectaculares, de compras imaginativas o carentes de ellas, y de luces que se encienden y apagan muchas veces de dudoso gusto estético. O evidentemente de recuperar por lo menos lo puesto en la terrible lotería y apuestas del Estado y remarco esto último. Yo pienso, y eso es una maldad, que ya están grabadas las celebraciones con cava en las administraciones.
Es verdad que estas fiestas fueron muy entrañables cuando la opulencia no entraba a raudales en las casas y se centraba en un único regalo y una cena de cardo, cordero asado que era una excelencia culinaria y ensalada de apio con negralas. Además, los langostinos y los fritos eran algo propio de la BBC, bodas, bautizos y comuniones.
Pero ahora todo es muy distinto, pues no cualquier cosa vale para una cena, hay que rebosarlo todo por la mesa para que se entienda que el espíritu navideño queda concentrado en un gran banquete donde sobran alimentos y faltan las ganas de comer.
Sin duda, ¿son bonitas las Navidades? Pues sí, porque haces otras cosas que no son las habituales. Porque las tiendas se llenan de gente comprando y comprando hasta bajar al valle que la nieve cubrió. Además, me imagino que los pastores, los pocos que quedan, querrán ver a su rey y ya no comen sopas para divisar en el aire una flor. Y nosotros, alrededor de una mesa, bebemos y bebemos como los peces en río.
En otro orden de cosas, tendemos a añorar los tiempos pasados y los mitificamos como si fuera lo vivido, lo mejor y más sublime, pero esto no es mi caso, pues siempre he defendido que cualquier tiempo pasado fue eso, pasado. Y todo devenir viene impulsado por las circunstancias que lo determinan.
Pero quiero traer a colación y hacer hincapié, no concretamente en nuestra época gloriosa de cuando éramos jóvenes y todo nos parecía sublime. Mi comentario viene por la inmensidad de este evento concentrado en dos semanas de frío invierno.
Y no caeré en el tópico de acordarme de los niños que pasan hambre en el mundo, ni de las guerras donde mueren inocentes, pues los vemos todo el año, los cadáveres desfilando en televisión en esas circunstancias, y no los hemos tenido presente ni un instante en nuestra vida. No nos vamos a poner estupendo con esa solidaridad artificial que emerge en estos días de paz.
De este modo, en la actualidad festiva los regalos se multiplican porque a los Reyes Magos les ha salido competencia desleal, pues el Papá Noel que viene del norte, de tierra vikinga, y el Olentzero y Marí Domingi, que vienen de tierras de castañas, o el abuelo, la abuela, el tío y la tía y demás personajes también vienen cargados de presentes. Todos traen bonitos regalos, juguetes y demás aparatos sofisticados.
¿Y los adornos? Acabas llenando la casa de elementos curiosos, bolas, estrellas, campanas, nacimientos, árboles artificiales, luces que parpadean, pero solo una vez durante la entrega de los regalos que han traído esos personajes de tierras lejanas o de las tiendas de Tudela, Pamplona y Zaragoza y que cubre el sotobosque de árbol de Navidad. Y cuando terminas de colocar todos estos adornos, en ese preciso momento, ya comienzan a estorbar y piensas fríamente y serenamente ¿Cuándo podré recoger todos estos abalorios?
Pero, en estos instantes de paz, de solidaridad, de estrellas que nos guían, de felicidad, no puede faltar la gastronomía. No hay un menú del día a día con dos platos y fruta, no eso es para otro tiempo. Se trata de comer, variedad de suculentos platos que las diversas páginas de internet, los programas de televisión, y los libros de cocina nos ofrecen una diversidad de modo de cocinar para sorprender a los comensales. La comida es copiosa, mucha, por no decir exagerada. Bueno, seamos serios, es un sinvivir de elementos bien presentados que no puedes atender por falta de capacidad del estómago. Las cocineras y cocineros de esa noche, dentro de los que me incluyo, el sentido del gusto lo tenemos desarrollado, pero el de la medida lo perdimos esa misma mañana de cocinado cuando en nuestro pensamiento hacemos una conjetura y es que no se quede nadie con hambre. Al final, el menú original de degustación se repite el 26, 27, 28, pero este último día amigos lo consideramos una inocentada.
Así transcurren los días, y una cena acaba en otra el último día del año, y después si te quedas con hambre vienen los Reyes Magos con la misma historia, y con el añadido del roscón y la cabalgata.
El día después de la guerra, perdón de estas fechas entrañables, recuerdan el último día de las fiestas patronales que hiciste votos de dejar de comer de forma compulsiva, y ahora tres meses después te encuentras en la misma situación pensando en lo duro que es el mes de enero. Me parece que más que el turrón.
En fin, amigos, en estos días entrañables de paz, solidaridad, espero que paséis unas buenas fiestas y seáis felices. No dejéis de comer, beber y cantar, pues es la esencia de los mismos. Un saludo y feliz Navidad y no os quedéis con hambre. Se me olvidaba tener presente que hay que recoger los adornos.
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