Por mi parte, un placer.
Es muy probable que algunos respiren aliviados, puesto que se acerca el final del curso. Sin duda, ha sido muy intenso y duro, y el futuro que se os presenta incierto, pero a la vez apasionante.
Las nuevas experiencias que comenzáis a vivir, a partir de este momento, no tiene parangón con este año ingrato, tenso, tedioso, donde el estrés y la asignaturas impuestas, así como la propia dinámica del mismo, hace que la pesadez sea un losa que no aprieta hasta ahogarnos.
Si a esto añadimos, al tutor, un poco plasta, que no ayuda con su retórica diaria, y frases paradigmáticas como que “podéis mucho más”, “no os organizáis bien”, “aprovechar el tiempo” etc. La situación se complica.
Ahora que los resultados se me antojan buenos y dignos, pido disculpas por ser tan constante, permanente, agobiante, como dicen en la Ribera “cansino”.
Mañana, el futuro. A lo lejos, y acercándose con sigilo comienza “el sueño universitario” o los ciclos superiores. Nuevas gentes que conocer, y nuevos profesores que aguantar. Los tendréis bueno, brillantes, malos, pedantes, pero en el fondo, lo importante es salir, ver otros espacios. Hay vida más allá de Montes de Cierzo. Y Sobre todo, estar bien formados en lo personal para conocer con más precisión el mundo, y seguramente, entenderlo mejor.
Vosotros, no lo dudéis por un instante, soy el futuro, y yo el pasado reciente. La historia breve de un año de vuestra vida.
No es una metáfora decir que siempre os llevaré dentro de mí, y miraré con avidez las notas de prensa esperando vuestros triunfos: “a ese alumno le di clases yo”. O desoiré la voz de Carrefour, que dice caja número 9, y me iré a las 6 donde hay una exalumna.
Tampoco está de menos, como consejo de una persona que ha pasado por todos estadios de la formación académica, decir que tenéis que estudiar, trabajar con cabeza, buscar la excelencia. La universidad es el laboratorio de la vida. Cuidaos las espaldas pues “la sombra de Caín” también está por las facultades y los campus.
Además, instruiros por vuestra cuenta, leer, sentir placer por el saber, pues es la única receta para el triunfo, y sobre todo para los que pertenecemos a la clase social de los “otros”, frente a los “unos”. Ya sabéis que sólo hay dos clases sociales: los unos y los otros.
Pero, a pesar de las horas de sueño, de los exámenes, de la angustia existencial que general el ritmo de los estudios, sobre todo, ser felices, pues la vida, no es engañéis, es el presente.
No hay mejor antídoto para el triunfo que disfrutar de lo que se hace y ponerle pasión. Sentir y trasmitir el conocimiento forma parte del desarrollo intelectual. Es decir ponerse el mundo por montera.
No obstante, qué nadie os venda humo. Sed vosotros mismos. Tener personalidad, y no dejéis que el flautista de Hamelin, sin criterio, os diga lo que tenéis que hacer. En definitiva, no dejéis de perseguir sueños, si no la vida es un vacío existencial. Haced caso a John Lennon cuando decía “puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único. Espero que algún día te unas a nosotros y el mundo vivirá como uno solo”.
Por último, sois buenas personas, soy buena gente. Aprovecharos de esa cualidad y salir a la calle a comeos la vida, y nunca os pongáis de perfil ante los problemas. Ir siempre de cara ante la adversidad. Por eso, hoy empieza un nuevo día, y a partir de ahora no escuchareis los ecos del tutor. Es un nuevo amanecer en vuestra vida. Como diría el gran cantautor, mi adorado Bob Dylan “Ayer es sólo un recuerdo; mañana nunca es lo que se supone que es”. Aquí me quedo yo esperando a los nuevos. Suerte
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