2ºA. Todo pasa inevitablemente
Sobrevivir a este bachillerato, con las clases a última hora, y sin tener que tomar paracetamol para el dolor de cabeza, es un verdadero milagro de la naturaleza. Pero, sin duda, ha sido y, bromas aparte, un buen curso, y sobre todo productivo. No hay más que ver las notas.
Ser competitivo, luchar por las calificaciones, dejarse la piel por el currículo puede que moleste a algunos que, a falta de argumentos tiran por elevación contra esta actitud. Mi opinión es todo lo contrario, buscar la excelencia es valorar el esfuerzo que exige una sociedad como la nuestra.
Así pues, llegar a la meta, y terminar el curso académico supone, por un lado, la alegría de los alumnos que os vais fuera de aquí en busca del sueño universitario y, por otro lado, la tristeza de la despedida. A mí como profesor, siempre me queda un poso de gratitud por haber formado, mínimamente, parte de vuestra formación. Cuando triunféis y os vea en la televisión, diré yo los conozco.
Ahora, y dentro de unos meses volveré a recibir a los nuevos para empezar con las mismas inquietudes y motivaciones un nuevo curso. Será distinto, no me cabe la menor duda. Pero, en este momento solo espero y deseo que tengáis mucha suerte a partir de ahora.
Es verdad, que muchas veces el ajetreo diario de las clases, la mascarilla que ha servido para escondernos detrás de una tela por imperativo legal, nos ha ofrecido una realidad sesgada pero que, no me ha impedido conocer y entender la morfología de la clase.
Sin lugar a dudas, nunca he comprendido porque había dos grupos tan distintos, y tan dispares en el aula. En mi vida docente es la primera vez que lo veo. Además, separados en mi clase, físicamente, por una línea imaginaria. Me parecía raro y poco solidario, y lo sigo considerando una excepción negativa. No obstante, en problemas familiares nadie se meta.
Dentro de unos días, no muchos, emprenderéis el camino de otras enseñanzas, y otras puertas se os abrirán en el horizonte en busca de nuevos retos, nuevos amigos, nuevas inquietudes, nuevas aulas. Un mundo maravilloso basado en la diversidad de gentes que vais a conocer pero que os unirá a ello la misma inquietud de los estudios. Es el universo universitario o los ciclos de grado superior que os esperan para abrazaros y marcar el triunfo final. ¡Qué duro es el bachillerato ¡y que satisfacción salir por esa puerta con el deber cumplido y la cabeza bien alta.
Que nadie os venda humo. Que nadie os de gato por liebre. Que nadie os ningunee. Si eso ocurre habremos fracasado tanto vosotros como alumnos como yo como profesor. Tenéis las herramientas del conocimiento. Habéis madurado intelectualmente. Comeos el mundo, pero con paciencia y cabeza.
Un nuevo futuro os espera, pero, cuando esto ocurra, tener siempre presente el tiempo vivido en este centro, en este instituto. La experiencia adquirida tiene que servir para entender que todo forma parte de un continuo para vuestra formación. Es un devenir necesario para lograr los objetivos vitales. Cuando estéis en aquella ciudad universitaria, lejana, distinta, grande, enorme, seguramente, habrá un cartel que pondrá: más allá de las Bardenas y Montes de Cierzo hay vida y hay que vivirla intensamente. Ahora comienza vuestra nueva historia, vivir la vida con pasión.
Cuando apague la luz y cierre la puerta el último día haré balance de todo, me acordaré de vosotros. De los que gritan mucho, y de los que apenas se les oye. De los competitivo, y los menos competitivos. De Sandra y Sofía que no volveré a confundirme de nombre nunca más. De Julia cuando esté en la facultad de medicina. Las de Cascante que no paran de hablar, de gritar y de bailar, y que seguramente las veré en el Moncayo pero sin el bolso de Gucci. También de Lucia y sus progresos en el fútbol. De Miren y de Celia que tenéis que hacer más ruido en la universidad. De Beatriz con las prisas por salir de clase. De Carmen y la música de una virtuosa. De Aizea y el comando Valtierra. De Isamael Igea que es el segundo año que nos vemos y estarás aburrido de mí. De Imane con su lucha constante por la nota. A Daniel lo veré en Monteagudo. De Carlota que espero que salgas de Barillas y encuentre un pueblo más grande para realizarte profesionalmente. De Laia y su lucha constante por la excelencia. Javier, Iñigo y Víctor gente sobria, buenas personas, y sobre todo muy competentes. Adriana de Castejón que ha luchado mucho este curso. A Mikel le digo, nos hemos conocido poco una pena. A Sheila que nos conocemos desde 2º de la ESO, sigue luchando que el túnel siempre tiene una salida.
También guardaré en mis recuerdos como todos los viernes se me sometía al mismo interrogatorio sobre qué voy a hacer el fin de semana. Entenderé porque no queríais dar clase a última hora, sino que me lo pregunten a mí.
Por último, espero que triunféis. Además, deseo que en esta nueva montaña que tenéis que escalar no flaqueéis pues allá en la meta están todos los deseos acumulados durante estos años. A su vez, tener presente lo que decía Albert Einstein “nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”. Esta máxima no la olvidéis y grabarla a fuego. Hasta siempre
Francisco Santos Escribano.